El amor ya no me deslumbra, ahora me ilumina
- Luza Ruiz
- 23 may
- 2 Min. de lectura

Durante muchos años confundí el amor con el vértigo. Con ese latido acelerado que aparece cuando alguien, desde su sombra, me decía lo que yo quería escuchar. Me deslumbraba rápido. Una mirada intensa, una conversación profunda, una canción que coincidía con mi playlist interna y ¡zas! ya me sentía en casa, aunque ni siquiera hubiese abierto la puerta.
Idealizaba. Qué verbo tan peligroso y al mismo tiempo tan tierno. Porque idealizar viene del anhelo. De querer tanto que algo exista, que lo inventamos si no está. Pero en ese acto de creación, me olvidaba de mí. Me achicaba para caber en moldes ajenos. Y eso, lentamente, me fue rompiendo.
Hubo relaciones en las que me sentí sola, aunque estuviera acompañada. Momentos donde me preguntaba si de verdad estaba mal pedir ternura, baile, conexión. A veces, la ternura que yo ofrecía parecía molestar. O asustar. Como si amar bonito fuera una amenaza y no un regalo.
Los últimos tres años fueron una revolución interna. Perdí trabajos, amistades, ilusiones, pero me encontré a mí. Aprendí que no hay manera de que alguien me ame sanamente si yo no soy mi primer hogar. Volví a escribir a mano en mis cuadernos. Me reencontré con esa niña que se contaba historias para sobrevivir. Me di cuenta de que mi voz no era un eco de lo que otros esperaban, sino una melodía propia, a veces suave, a veces feroz, pero siempre verdadera.
En ese proceso entendí algo profundo: ya no quiero amores que me dejen sin voz, sin piel o sin calma. Ya no quiero deslumbrarme con promesas que no se encarnan. Quiero amores que iluminen. Que me miren y digan “te veo” no solo con los ojos, sino con los actos. Que se queden, pero no por costumbre, sino por elección.
Ahora sé que el amor real no me quita el centro, sino que me ancla más en él. Que no tengo que correr tras nadie. Que si hay que forzar la conversación, el encuentro o el cariño, entonces no es ahí.
¿Y sabés qué es lo más lindo? Que ese tipo de amor ya empezó: en mí. En la forma como me abrazo cada mañana, como respeto mis silencios, como me permito sentir sin juzgarme. En la certeza de que ser yo —con todo lo que soy— es suficiente. Que no necesito editarme para ser amada.
El amor ya no me deslumbra. No quiero luces cegadoras. Quiero faroles que alumbren el camino. Miradas que me encuentren sin tener que esconderme. Risas compartidas después de un día difícil. Un abrazo donde pueda quedarme sin sentir que estoy pidiendo demasiado.
Hoy, si cierro los ojos, puedo sentir que ese amor que anhelo está cerca. No porque lo esté buscando desesperadamente, sino porque me estoy convirtiendo en su reflejo. Y la vida siempre nos da lo que vibra con nuestra verdad.
ความคิดเห็น